Desde la mirada de la nieta de un dictador
De 18/9/13
Desde la mirada de la nieta de un dictador
Ser familiar de un ser humano al que millones consideran un monstruo no debe ser fácil, ¿o sí lo es?. En la retina del autor teatral David Desola se quedó grabada la imagen de la nieta de Augusto Pinochet defendiendo a su abuelo cuando fue detenido en Londres en 1998, a pesar de que a aquellas alturas poco quedaba por desenmascarar del exdictador chileno. “¿Creía realmente en lo que decía? ¿No albergaba dudas? ¿Era por vergüenza por lo que estaba instalada en una burbuja?”, se preguntó el dramaturgo. Esa fue la semilla de la que creció su obra La nieta del dictador que se estrena en Kubik Fabric Fábrica de Creación en Madrid este jueves 19 de septiembre, y que estará en escena hasta el 22. La obra cuenta con la dirección de Roberto Cerdá y con Inma Cuevas y Ramón Pons como intérpretes.
“Pensé entonces en los dictadores que han tenido hijos, que han tenido nietos, en quienes han inculcado una imagen de sí mismos diametralmente opuesta de la que tenemos los demás y, sobre todo, de la que debe aportar la Historia”, explica Desola sobre cómo se fue desarrollando su idea. Así, La nieta del dictador cuenta los últimos días de este, y los descubrimientos que hace la nieta sobre la verdad de su abuelo; los asesinatos que la sociedad desconoce en un viaje de preguntas y de recuerdos. El texto fue escrito en el periodo que comprende la muerte de Pinochet en 2006 y la del militar y dictador argentino Jorge Rafael Videla en mayo de 2013.
A la hora de dar forma a la obra, este autor que está conociendo el éxito en Latinoamérica y que, movido por la crisis, ha establecido su cuartel general en México D. F., quiso que hablara de muchos dictadores y que plasmara la personalidad de muchas nietas de tiranos, con tal de alcanzar una universalidad. “Es un personaje frágil, que ha crecido aislado del mundo… y que en el fondo se siente una víctima más del despotismo de su abuelo”, asegura de la nieta. El dramaturgo reconoce, eso sí, que se ha inspirado de manera muy concreta en un régimen dictatorial latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX. No especifica cuál.
“Una nieta no es culpable de las atrocidades que haya cometido su abuelo, como una derecha democrática no lo es de los crímenes y abusos de una derecha autoritaria (o de una izquierda), pero nadie debería ampararse en la manipulación, la negación o la omisión”, argumenta el escritor. Estos hechos se pueden evitar solo con la memoria y el reconocimiento.
Y es por la ausencia de esa revisión y del cierre de ese capítulo del pasado en España que “debilita la sociedad” por lo que el director de la obra, Roberto Cerdá, siente “envidia hacia otros países en los que se ha llevado a la cárcel a los asesinos”. Cerdá busca con La nieta del dictador “despertar la conciencia de los espectadores… Los políticos de derecha y también la Monarquía no han renegado de ese pasado, y se sigue viviendo con miedo, con una cojera histórica”, prosigue. Esta denuncia se combina en el montaje con un humor que los creadores califican como “muy especial” y que funciona como válvula de escape. Por ejemplo, la nieta clasifica a los diversos déspotas de acuerdo con el tamaño de su bigote: los que lo tienen chiquito, o poseen un bigotón.
La obra será representada en Latinoamérica, comenzando por México y Colombia. Cerdá sostiene que la perspectiva con la que se acoja desde allá será muy distinta, ya que “han afrontado el pasado dictatorial de forma más directa y activa. No hicieron pactos para olvidar”. Desola lo explica así: “En el caso de México, el recuerdo de la represión de los momentos más oscuros del PRI; en el caso de Argentina, Uruguay o Chile, es obvio”. Para el dramaturgo, hay otra imagen apostada en las retinas de los españoles. La de una “nietísima", explica, que aparece en los platós de televisión vendiendo su vida privada. “¿A santo de qué la aplauden? Parece una ‘princesa del pueblo”, ironiza.
En todo caso, el director, que concibe la política como un aspecto siembre presente en sus acciones, arguye que su trabajo teatral primero se enfoca en los personajes, y en las relaciones humanas. A partir de ahí, "lo que sea político saldrá".
“Pensé entonces en los dictadores que han tenido hijos, que han tenido nietos, en quienes han inculcado una imagen de sí mismos diametralmente opuesta de la que tenemos los demás y, sobre todo, de la que debe aportar la Historia”, explica Desola sobre cómo se fue desarrollando su idea. Así, La nieta del dictador cuenta los últimos días de este, y los descubrimientos que hace la nieta sobre la verdad de su abuelo; los asesinatos que la sociedad desconoce en un viaje de preguntas y de recuerdos. El texto fue escrito en el periodo que comprende la muerte de Pinochet en 2006 y la del militar y dictador argentino Jorge Rafael Videla en mayo de 2013.
A la hora de dar forma a la obra, este autor que está conociendo el éxito en Latinoamérica y que, movido por la crisis, ha establecido su cuartel general en México D. F., quiso que hablara de muchos dictadores y que plasmara la personalidad de muchas nietas de tiranos, con tal de alcanzar una universalidad. “Es un personaje frágil, que ha crecido aislado del mundo… y que en el fondo se siente una víctima más del despotismo de su abuelo”, asegura de la nieta. El dramaturgo reconoce, eso sí, que se ha inspirado de manera muy concreta en un régimen dictatorial latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX. No especifica cuál.
“Una nieta no es culpable de las atrocidades que haya cometido su abuelo, como una derecha democrática no lo es de los crímenes y abusos de una derecha autoritaria (o de una izquierda), pero nadie debería ampararse en la manipulación, la negación o la omisión”, argumenta el escritor. Estos hechos se pueden evitar solo con la memoria y el reconocimiento.
Y es por la ausencia de esa revisión y del cierre de ese capítulo del pasado en España que “debilita la sociedad” por lo que el director de la obra, Roberto Cerdá, siente “envidia hacia otros países en los que se ha llevado a la cárcel a los asesinos”. Cerdá busca con La nieta del dictador “despertar la conciencia de los espectadores… Los políticos de derecha y también la Monarquía no han renegado de ese pasado, y se sigue viviendo con miedo, con una cojera histórica”, prosigue. Esta denuncia se combina en el montaje con un humor que los creadores califican como “muy especial” y que funciona como válvula de escape. Por ejemplo, la nieta clasifica a los diversos déspotas de acuerdo con el tamaño de su bigote: los que lo tienen chiquito, o poseen un bigotón.
La obra será representada en Latinoamérica, comenzando por México y Colombia. Cerdá sostiene que la perspectiva con la que se acoja desde allá será muy distinta, ya que “han afrontado el pasado dictatorial de forma más directa y activa. No hicieron pactos para olvidar”. Desola lo explica así: “En el caso de México, el recuerdo de la represión de los momentos más oscuros del PRI; en el caso de Argentina, Uruguay o Chile, es obvio”. Para el dramaturgo, hay otra imagen apostada en las retinas de los españoles. La de una “nietísima", explica, que aparece en los platós de televisión vendiendo su vida privada. “¿A santo de qué la aplauden? Parece una ‘princesa del pueblo”, ironiza.
En todo caso, el director, que concibe la política como un aspecto siembre presente en sus acciones, arguye que su trabajo teatral primero se enfoca en los personajes, y en las relaciones humanas. A partir de ahí, "lo que sea político saldrá".
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