Festival de Toronto 'Tutto ist absurdo'
De 12/9/13
Festival de Toronto 'Tutto ist absurdo'
Hace tiempo que Juan Cavestany dedica el día con sus noches a desmontar y recomponer los gestos de lo cotidiano. No es tarea sencilla. Siempre sobran piezas. ¿Por qué hacemos lo que hacemos y no lo contrario? ¿Por qué estamos tan seguros de que el que se refleja en el espejo somos nosotros y no, por ejemplo, Ana Botella? Piénselo y sientan el escalofrío: ¿Por qué somos algo en lugar de simplemente nada? Y así. La idea es dar con el significado profundo de lo vulgar, lo intrascendente, lo simple, lo que en su futilidad es quizá lo más cercano a nosotros mismos.
Estos días, el Festival de Toronto y, por extensión, el mundo entero ha podido probar en sus carnes el vértigo del proyecto de Cavestany.
'Gente en sitios', recibida con el asombro de la ovación, es, si se quiere, la tercera entrega de este proyecto tan titánico como perfectamente inútil. Primero fue 'Dispongo de barcos'; acto seguido, 'El señor' y, ahora, esta extraña no-comedia sobre esa parte del mundo en la que nadie repara y por ello se antoja perfectamente universal.
Si en las películas anteriores veíamos a un grupo reducido de gente deambulando perdido mientras se levantaban, se peinaban e intentaban pasárselo bien, ahora es el propio universo el que exhibe su ridícula convicción en nada. Y así hasta elaborar el más sesudo tratado de existencialismo de extrarradio.
Aparentemente, la película no es más que un puñado de sitios o lugares apenas conectados entre ellos. Situaciones comunes en los que un padre recoge a su hijo en el cole, una familia descubre la homosexualidad de su hijo, un individuo experimenta miedo por algo, una mujer se desconcierta ante su vecino... Y así. Todo tan extrañamente común que es imposible no darse por aludido. ¿Y si yo -se pregunta el espectador- fuera ése?
De repente, todo en su disparidad tiene sentido, todo obedece a un ritual tan perfectamente extraño como propio y lo cotidiano se antoja extraordinario, lo vulgar excelente. Somos el residuo de nuestras propias existencias. Hemos llegado. El hecho de que todos sean actores reconocibles (desde Maribel Verdú a Santiago Segura pasando por Eduard Fernández, Raúl Arévalo o el 'alter ego' del director, Luis Bermejo) desconcierta aún más. A ellos también les pasa.
De nuevo, la realidad es triturada, engullida y devuelta de nuevo. No hay quien la digiera. La cámara de Cavestany se limita a extrañarse; simplemente se detiene delante de la vida de sus personajes y les captura en el ocioso, terrible y divertido ejercicio de vivir. Como una borrachera de Beckett, como una noche insomne de Buñuel, como una cabezada de Lynch o como un momento introspectivo de Groucho, 'Gente en sitios' está ahí para recordarnos que reírse, a veces, duele.
El resultado es la película más relevante y extraordinaria en su ordinariez que ha dado el cine español este año y quizá en los venideros. Precisa, delicada, absurda, necesaria. Todo ello es la última película de Cavestany. Así lo ha entendido Toronto, Toronto entero. Porque, y esto es lo importante, si España ahora es algo, es simplemente un montón de gente en sitios; gente fundamentalmente despistada. Ana Botella, di algo, Aunque sea en español.
Estos días, el Festival de Toronto y, por extensión, el mundo entero ha podido probar en sus carnes el vértigo del proyecto de Cavestany.
'Gente en sitios', recibida con el asombro de la ovación, es, si se quiere, la tercera entrega de este proyecto tan titánico como perfectamente inútil. Primero fue 'Dispongo de barcos'; acto seguido, 'El señor' y, ahora, esta extraña no-comedia sobre esa parte del mundo en la que nadie repara y por ello se antoja perfectamente universal.
Si en las películas anteriores veíamos a un grupo reducido de gente deambulando perdido mientras se levantaban, se peinaban e intentaban pasárselo bien, ahora es el propio universo el que exhibe su ridícula convicción en nada. Y así hasta elaborar el más sesudo tratado de existencialismo de extrarradio.
Aparentemente, la película no es más que un puñado de sitios o lugares apenas conectados entre ellos. Situaciones comunes en los que un padre recoge a su hijo en el cole, una familia descubre la homosexualidad de su hijo, un individuo experimenta miedo por algo, una mujer se desconcierta ante su vecino... Y así. Todo tan extrañamente común que es imposible no darse por aludido. ¿Y si yo -se pregunta el espectador- fuera ése?
De repente, todo en su disparidad tiene sentido, todo obedece a un ritual tan perfectamente extraño como propio y lo cotidiano se antoja extraordinario, lo vulgar excelente. Somos el residuo de nuestras propias existencias. Hemos llegado. El hecho de que todos sean actores reconocibles (desde Maribel Verdú a Santiago Segura pasando por Eduard Fernández, Raúl Arévalo o el 'alter ego' del director, Luis Bermejo) desconcierta aún más. A ellos también les pasa.
De nuevo, la realidad es triturada, engullida y devuelta de nuevo. No hay quien la digiera. La cámara de Cavestany se limita a extrañarse; simplemente se detiene delante de la vida de sus personajes y les captura en el ocioso, terrible y divertido ejercicio de vivir. Como una borrachera de Beckett, como una noche insomne de Buñuel, como una cabezada de Lynch o como un momento introspectivo de Groucho, 'Gente en sitios' está ahí para recordarnos que reírse, a veces, duele.
El resultado es la película más relevante y extraordinaria en su ordinariez que ha dado el cine español este año y quizá en los venideros. Precisa, delicada, absurda, necesaria. Todo ello es la última película de Cavestany. Así lo ha entendido Toronto, Toronto entero. Porque, y esto es lo importante, si España ahora es algo, es simplemente un montón de gente en sitios; gente fundamentalmente despistada. Ana Botella, di algo, Aunque sea en español.
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