Un español en el Festival de Salzburgo
De 12/8/13
Un español en el Festival de Salzburgo
Hace dos años y medio, el director del Festival de Salzburgo, Henry Mason, llamó al coreógrafo catalán Francesc Abós para encomendarle una misión que hacía décadas —desde 1966, cuando Karajan invitó a Mariemma para la ópera Carmen— que no recaía sobre un español: montar El sueño de una noche de verano sobre la música de Mendelssohn (1809-1847), la archifamosa partitura Ein Sommernachtstraumque coreografiaran desde Marius Petipa y Mijail Fokin a Georges Balanchine y John Neumeier.
Abós (Barcelona, 1977) ha eludido las referencias anteriores. “Yo conozco el Sueño de Neumeier y aquí lo que se ha hecho es combinar el texto original de Shakespeare con la música, una labor de encadenamiento, y eso lo hace más interesante. Es una experiencia difícil y enriquecedora. Puck habla de música varias veces…”. Usa una masa heterogénea: “Más que bailarines, son movimientos actorales y corales, e incluyo dos bailarines. Son más de 50 personas en escena, 20 solistas y 28 de coro, los bailarines están integrados entre todos ellos y hay solos de baile. Puck se multiplica en tres. Con los actores ha sido un trabajo intenso de pantomima, eso es más difícil que poner pasos a un bailarín. Y me he traído al bailarín Joaquín Fernández, que ya lo tuve en un musical; hará un doble de Puck y otros”.
Francesc Abós inició sus estudios de baile en Barcelona con David Campos, de donde pasó a la escuela del ballet Hamburgo de John Neumeier. Su trayectoria en el ballet le llevó después al cuerpo de baile del Ballet Nacional de Holanda y más tarde a los grandes musicales con Chicago y Grease en Madrid. Al volver a Alemania bailó en Kiss me Kate, Amadeus y West Side Story, bajo la dirección de Francesca Zambello; también participó en El baile de los vampiros, de Polanski, y como coreógrafo ideó la danza del musical Monthy Pyton's Spamalot.
Su biografía tiene mucho del arrojo del emigrante: “Con 16 años lo que quería era bailar y me cogí el InterRail. Quería competencia, chicos en la clase con los que medirme. Entré en 1994 en la Escuela de Hamburgo y Neumeier ya me utilizó enseguida en algunas obras. En el HET trabajé con Rudy van Dantzig, con Hans van Manen, y todo el repertorio, pero me pasé al musical y me fue bien; allí me sentí realizado, y no he parado”. Ahora se ocupa también del cabaret Lío en Ibiza. ¿No están muy alejados el burlesque y el ballet de argumento? “Creo que lo puedo conciliar porque vengo de la disciplina del ballet y es la base de todo”.
En este bregar, la experiencia con Chicago y su designación para la supervisión de la coreografía de Bob Fosse lo marcó: “Para mí ha sido lo más especial que he hecho nunca; de chico me pasaban películas de Fosse y me quedaba maravillado, me sabía las canciones de memoria. Fosse viene también del ballet, de la línea pura y dura de un bailarín. En Londres me conocieron los encargados de preservar el legado coreográfico de Fosse y quedaron encantados conmigo. Bob Fosse es disciplina. Soy perfeccionista hasta el final”.
Abós (Barcelona, 1977) ha eludido las referencias anteriores. “Yo conozco el Sueño de Neumeier y aquí lo que se ha hecho es combinar el texto original de Shakespeare con la música, una labor de encadenamiento, y eso lo hace más interesante. Es una experiencia difícil y enriquecedora. Puck habla de música varias veces…”. Usa una masa heterogénea: “Más que bailarines, son movimientos actorales y corales, e incluyo dos bailarines. Son más de 50 personas en escena, 20 solistas y 28 de coro, los bailarines están integrados entre todos ellos y hay solos de baile. Puck se multiplica en tres. Con los actores ha sido un trabajo intenso de pantomima, eso es más difícil que poner pasos a un bailarín. Y me he traído al bailarín Joaquín Fernández, que ya lo tuve en un musical; hará un doble de Puck y otros”.
Francesc Abós inició sus estudios de baile en Barcelona con David Campos, de donde pasó a la escuela del ballet Hamburgo de John Neumeier. Su trayectoria en el ballet le llevó después al cuerpo de baile del Ballet Nacional de Holanda y más tarde a los grandes musicales con Chicago y Grease en Madrid. Al volver a Alemania bailó en Kiss me Kate, Amadeus y West Side Story, bajo la dirección de Francesca Zambello; también participó en El baile de los vampiros, de Polanski, y como coreógrafo ideó la danza del musical Monthy Pyton's Spamalot.
Su biografía tiene mucho del arrojo del emigrante: “Con 16 años lo que quería era bailar y me cogí el InterRail. Quería competencia, chicos en la clase con los que medirme. Entré en 1994 en la Escuela de Hamburgo y Neumeier ya me utilizó enseguida en algunas obras. En el HET trabajé con Rudy van Dantzig, con Hans van Manen, y todo el repertorio, pero me pasé al musical y me fue bien; allí me sentí realizado, y no he parado”. Ahora se ocupa también del cabaret Lío en Ibiza. ¿No están muy alejados el burlesque y el ballet de argumento? “Creo que lo puedo conciliar porque vengo de la disciplina del ballet y es la base de todo”.
En este bregar, la experiencia con Chicago y su designación para la supervisión de la coreografía de Bob Fosse lo marcó: “Para mí ha sido lo más especial que he hecho nunca; de chico me pasaban películas de Fosse y me quedaba maravillado, me sabía las canciones de memoria. Fosse viene también del ballet, de la línea pura y dura de un bailarín. En Londres me conocieron los encargados de preservar el legado coreográfico de Fosse y quedaron encantados conmigo. Bob Fosse es disciplina. Soy perfeccionista hasta el final”.
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