Jordi Labanda en Nueva York
De 3/1/14
Jordi Labanda en Nueva York
Veinte años después de empezar en el mundo de la ilustración, Jordi Labanda (Montevideo, 1970) se desmarca con la apertura de una galería online. Espacio que brinda, por primera vez, la posibilidad de colgar una de sus obras en una pared. Durante dos décadas, este artista inquieto ha publicado libros, ha abierto y cerrado un par de tiendas y ha comercializado libretas, bolígrafos, accesorios y ropa. Sorprendentemente, lo que nunca había vendido hasta ahora eran los dibujos en sí. Aunque han llegado a ofrecerle fortunas por sus originales, al decidirse a comercializar sus obras ha preferido ofrecer reproducciones de sus piezas más emblemáticas, junto a otras más recientes, a precios democráticos. En series de 25 copias formato póster (100 euros) o de 10 firmadas y con calidad artística (400 euros). “Adoro el sistema industrial de reproducción”, asegura en una explicación que Warhol seguro aprobaría.
Los exquisitos trazos de Labanda estarán para siempre asociados a una cierta idea de Barcelona que hace tiempo se alejó como un espejismo colectivo. Pero ese vínculo está más en la mirada de los otros que en el instinto de Jordi. “Nunca le presto mucha atención a eso”, admite. “Barcelona es mi ciudad y siempre estaré arraigado allí. Si se me asocia a ella me parece un regalo, ya que mi obra no ha pecado precisamente de localista”. Ahora vive en Nueva York, donde ha descubierto una urbe “fabulosa y excitante, pero también dura y esquizofrénica”. Una distancia que probablemente haya contribuido a ampliar el significado de enfrentarse a su obra antigua al seleccionar piezas para la nueva galería virtual. “Cuando veo mi trabajo de hace diez años, veo el reflejo de un momento histórico irrepetible”. Una ventana que ahora puede abrirse en su salón.
Los exquisitos trazos de Labanda estarán para siempre asociados a una cierta idea de Barcelona que hace tiempo se alejó como un espejismo colectivo. Pero ese vínculo está más en la mirada de los otros que en el instinto de Jordi. “Nunca le presto mucha atención a eso”, admite. “Barcelona es mi ciudad y siempre estaré arraigado allí. Si se me asocia a ella me parece un regalo, ya que mi obra no ha pecado precisamente de localista”. Ahora vive en Nueva York, donde ha descubierto una urbe “fabulosa y excitante, pero también dura y esquizofrénica”. Una distancia que probablemente haya contribuido a ampliar el significado de enfrentarse a su obra antigua al seleccionar piezas para la nueva galería virtual. “Cuando veo mi trabajo de hace diez años, veo el reflejo de un momento histórico irrepetible”. Una ventana que ahora puede abrirse en su salón.
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